Son pequeñas islas dentro de
todo lo que falta. Hay espejos y ruedas, velas, binomios, ruídos y voces que
despiertan la vida en la escalera -rememoran su historia-. Hay mucho querer y no poder.
Mucho poder y no querer. Necesidades nimias. Lágrimas como barcos
que naufragan, cementerios submarinos habitados por... Cuentan un secreto para desvelarme
el miedo. Ahora no recibo nada. Portazos y cuentas
atrás, nubosidades repetitivas,
reencuentros o fusiles.
Cadáveres por todas partes.
Hombres pez que imaginan luna.
Nadie es lo que era
ni lo que será.
Bienvenidos.
(Incluso
tú, Casandra).
Y todo se traslada a mi cabeza
Cruces de caminos
baches de carretera
Alcantarillas con hongos que
se reproducen
Todas las cosas nombradas tienen dos
caras -como las sábanas de arriba-, una
descolorida y sosa. Y otra.
Yo también quería nacer
a los 33 años. A los 33 años que faltaban para
conocerme. Pero no me dejaron. La
sangre me cerraba los ojos y me llenaba la
boca. Un hombre repetitivo que sonreía
me pegó, el oxígeno se olía por todas
partes como algo muy espeso y sucio
y las palabras le dolían. Luego ví la
luna y la quise para mí -pero
un día decidí regalártela-. También decidí
regalar la autopista y unos vales
caducados -vales para entrar en el
cielo...-.
Y me desperté aquí, en
esta historia. Tenía un pie dormido y ganas de
vomitar.
Cuando abrí la puerta me esperaban
al otro lado unos refranes y dos quilos
de ironía, quilos de más
metidos entre las orejas, haciendo recapacitar a
los omóplatos -siempre quise
utilizarlos en un poema-, los ojos de los demás
en la escalera, como caracoles sin
concha...
Lo demás ya lo sabeis, el extraño
reto de la palabra que me hundió en la
miseria, los contrabajos, el día
que me quedé sin violines y lloré sobre el
tejado, los pendientes de papel y
harina, la vida al otro lado del océano,
los aviones, los niños y los
peces, había un extraño rito de insomnio ante
el escenario, una hoguera de libros
que me evitó la ruina, el suicidio del
poema... los extremos... y las ganas
de llorar de las cosas que me rodean...
Hasta que un día llegaron las
mujeres.
Un sol profundo dibujado en una colcha.
Escondido de pies y manos, llorando
aterrado la presencia femenina de
las que traían en su seno lunas negras y
pan duro.
Radiografía
exageradamente cansada de mí
evoco pájaros y plumas
un cambio de piel sería el paso
previo a la luz
al mar con la verdad a oscuras
y tú
el hilo conductor de la saliva
Necesidad
desarraigarse de una misma
bucear contra corriente
girar hasta perder el sentido
ahogar la sangre privándola
de oxígeno
y volar hasta dejar los ojos clavados
en la tierra
para extrañarme desde arriba
para buscarme desde
abajo
VISIÓN
desnudarme desde ti
darte el cristal y la ventana
darte la espalda y las manos
desde la desnudez y el miedo,
un saludo
(desde la lágrima pez
que me corrompe a su antojo)
de eva cabo
a 13 de Agosto
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