VOLVER
Volver bajo cualquier pretexto,
por el obsceno placer de desandar el
camino andado,
para aparecer de nuevo en el escenario,
para ajustar cuentas con los fantasmas
y reparar destrozos y limpiar polvo
y telarañas.
No hay camino peor que el de la vuelta.
El pasado es un lugar
en el que siempre es invierno y hace
frío.
Volver, volver con la cabeza gacha
y el rabo entre las piernas,
tambaleante y derrotado,
con los bolsillos vacíos
y los mismos sueños;
los que teníamos antes de partir.
De nada sirve huir,
cambiar de disfraz,
quemar los recuerdos
o tomar el primer tren a cualquier
parte
cuando la nostalgia hace de las suyas.
Volver es atravesar la bruma de la
noche,
entrar en el cementerio,
depositar flores y dejar caer lágrimas
en la tumba del niño que fuimos.
Hay recuerdos dulces
y recuerdos amargos,
pero ambos son brasas
de la misma hoguera,
de esa hoguera inextinguible
que es la memoria.
Volver, sí, pero ¿para
qué?
Volver cuando nada importe,
para desenterrar a la luz de la luna
el triste tesoro de nuestra infancia
y descubrir que el cofre está
vacío,
que todo ha desaparecido:
el libro de cuentos,
la madera perfumada,
la flor seca,
el regalo del abuelo...
Volver, volver, volver,
como si jamás nos hubiéramos
ido.
-María Dubón-
MI AMOR ES UNA ESTELA
(de la antología "Veneno de
cuatro letras")
Hace unos días yo estaba
muy cerca del cielo,
más allá de las nubes,
feliz e invulnerable,
y hoy paseo
entre lápidas de cementerio
que llevan tu nombre.
Tu amor ya no me hiere
y mi amor es una estela
que ha de desvanecerse algún
día,
creí que era inmortal
y, ya ves, ahora velo su cadáver.
MÁSCARA
(de la antología "Veneno de
cuatro letras")
Lo era...
Y ni siquiera lo sospeché.
Cuando miraba tu rostro,
arrobado de amor,
no me daba cuenta
de que veía una máscara.
Al descubrir la verdad,
comprendí que tu máscara
estaba colgada en mi mirada.
Todavía no conozco
tu auténtica cara,
panel de rostros desplegados,
territorio restringido,
espejo de mentira.
Lo es...
enigma enmascarado.
IMAGINO
(de la antología "Veneno de
cuatro letras")
El incesante murmullo del mar
me arranca del inquieto sueño.
Alargo mis brazos a tu almohada,
pero sólo estrecho el vacío
de tu ausencia.
Te has ido. Ya no estás, amor.
Yo en mi lecho solitario y tú
en el tuyo.
Tu cuerpo convertido por siempre en
aire sólo.
Imagino tu pecho cálido,
el brillo luminoso de tus ojos,
tus manos obedientes a cuanto el placer
les pide.
Imagino que nunca he estado en otro
sitio,
que nací, viví y moriré
en tu cama.
Imagino que nunca he hecho otra cosa,
que únicamente sirvo para amarte.
El susurro del mar me lo repite
y las nubes que me miran al pasar:
"él se ha ido y nunca volverá".
Pero yo no les creo, no quiero creerles.
Imagino que todavía me amas
y vivo engañada esta realidad
inventada.
de María
Dubón
a 30 de Mayo
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