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¿Cómo te llamas?
Incógnito, pasa el reloj golpeando
su itinerario,
en una marcha rumbo al olvido:
se parece a tus manos que laboran,
a tus pies circunscritos a un agujero,
a tus ojos que no tienen derecho a
soñar.
¡Yo insisto en quedarme!
Y mientras la piedra con su granulometría
y tenaz monopolio de memoria dura,
insonora consolida su áspero
ligamento
en el basto ejercicio del concreto;
tú gritas y tiembla el mundo:
interrumpes el misterio de los palacios
y allí,
ellos consternados cierran los ojos
y expectoran en lo que tú podrías
ser.
Para tu confesión con el lamento,
hay un postulado de tiros al blanco:
el estómago deshabitado de
las cucharas
puede corroer los barrotes del universo,
estandarizar el oro y el cristal de
las lámparas.
Y como el péndulo
que lengüetea la brisa,
para ti,
sólo hay lo que hubo:
un gran silencio
y eso es todo.
El Muelle
Y en el universo,
la curva del tiempo
es mucho más grande que una
manzana,
se parece a una línea recta
que el hombre no quiere entender.
Allí,
antes que existieran
tus ojos,
Dios,
la Coca - Cola
y el teléfono,
el universo tenía sentido:
era una lámpara, una manzana,
una fábrica de ladrillos;
era un canto vertido en una copa.
Sin embargo,
el hombre con sus pilares,
parásito bajo el imperio del
Sol,
al no poder descifrar su origen,
se llamó hijo de Dios,
para creerse heredero del universo.
Colombia
La lluvia es un horizonte
que se derrama,
otra hoja que cae
cuando sale el sol
o llega la noche.
No te atormentes con mis palabras.
De nuevo ascenderá al tacto
el odio de otra teoría perfecta
y tendremos que volver a las guerras
que destruyen al hombre,
en nombre de la paz.
Mi corazón,
por ejemplo,
un día vio a la lluvia caer
sin reposo, sobre vastas multitudes
olvidadas por los humanistas.
Ahora,
nadie habla,
mientras los rostros se esfuman
entre los bosques petroleros
ocupados por la codicia.
Día de descanso en Managua
Por las noches,
las cucarachas
bajan por las paredes
a escoltar mi sueño
y sin respetar mi rango,
se miran en el espejo
y alegres,
por todas partes pasan.
Atacan la generosidad de mis calcetines,
el dogma estético de mis pies
que,
desvanecidos como osamentas,
en el suelo descansan.
Sitian la tiranía de mis botas,
humillan su linaje perverso
y entonces,
ellas me hacen doler el alma.
Atrapo un trueno con mis manos
y ellas se asustan y arrancan;
entran y salen por el cañón
de mi metralleta
y entre los cargadores
hacen un cónclave:
allí se pertrechan
como si quisieran matarme.
Les tiro escupos,
golpeo la pared,
y gritando
cito al diablo
y a sus orígenes.
Se marchan
y ocultan entre mis libros,
allí quedan quietas,
y en la imaginación del mundo
depositan sus huevos,
y también
se cagan en el conocimiento.
La Teniente Juanita Gutiérrez
El cielo suelta su racimo, tejiendo
sobre la arena que cosecha el mar,
el silencio y ya no existes.
Nadie te vio partir,
sólo la carpintería
del agua,
de golpe en golpe asistió al
funeral de tus pies
y tragó, mordiendo, el océano
tu esqueleto.
Bajo la imaginación carbonífera
de la noche,
entre el humo de las oscuras chozas,
pláñido busca tu ausencia
y se despide
el pueblo con su soliloquio
y luego se duerme.
Con tu sonoridad de muerta
agitas el reposo de todo lo inmóvil,
como el agua que pierde la dentadura
en la roca
y se marcha con su ejército
cantando.
Vi matar a un "Contra "
Aquí se despeñó
otro astro,
confundido con la caspa de la selva,
hecho pulpa de sangre y lodo.
Sobre sus manos apagadas
cae el beso de la lluvia
y busca asilo en la flor que ya murió.
A él no le cantará nadie
y se dormirá con su sueño,
como la hoja podrida del bosque.
¿Quién es mi enemigo?
¿mi hermano, que el "green-go"
hizo soñar
con un alfabeto destrozado?
Ya no hay respuestas.
Se fue
como el aserrador diluido en la polea
y no volverá,
nunca más.
El Calendario Prohibido
Canto Final
Soy hijo del desierto imperturbable
y de los glaciares tempestuosos del
sur,
donde el océano con su copa
es infinito
y la afilada parcialidad de mis versos,
en las noches sin estrellas,
sube al tacto de las paredes industriales,
como un crimen terrible,
para hablar sobre otro olvido
y otra paz mezquina.
Yo soy de la América magistral,
donde alguien se hace lámpara
y desaparece
y la oscuridad baja a las chozas y
cubre
los enroscados bultos de los seres
que duermen,
hasta que el olvido enciende otras
luces,
en un implacable rito de libertad
circular.
En la palma de este paisaje,
en mi patria prisionera de sus soldados,
donde me odian por decreto;
desnudos acueductos, suspendidos
sobre la dormida piedra glacial,
todavía cubierta de cenizas,
cabalgan con el origen de la vida;
no perturban el impávido ojo
del hombre
ni la extraña risa del niño
esclavo,
que retorna al círculo de la
muerte
para besar los sumergidos caudales.
¡Del amor al amor!
Yo insisto en sus manos y nuestros
besos
prohibidos por otros odios.
Fue posible tallar las praderas del
espacio,
describir el color de tus ojos dormidos,
y en esa múltiple concavidad
de abismo,
dejar para siempre el tacto de nuestras
vidas:
Mujeres redondas como una usina suculenta
y hombres sin oficio, cubiertos de
desamparo,
sonríen a la redonda caricia
del viento
y se pasman de las alturas de la biología.
Alguien grita
en el Congreso Nacional de Chile
y dice que miento.
La lluvia con su armamento mojado,
cae
sobre los estantes de las ciudades
que duermen,
cae sobre el corazón de seres
desnudos,
despeña sobre el nervio cansado
que se dilata y,
entre los escombros de estas altitudes
urbanas,
niños caminan bajo el temor
del hombre,
que por las noches limpia las ciudades:
los mata.
¡Miro lo que ha quedado,
lo que dejan,
lo que abandonan!
Grandes sabios con sus matemáticas
esferas
tiemblan ante las lágrimas
de un antiguo pensador
mientras el marfil con su óxido
de ámbar se deshoja,
y el otoño con su navegado
armamento de vacío,
por las sombras trepa a los pechos
de América,
al ojo que nunca vio mas allá
del muro, y muere
soñando que algún día
despertarán los sabios
que no son capaces de descifrar la
esclavitud.
En mi destierro de aire y de memoria,
me asilo en los depósitos de
la distancia
de una gran silueta del atardecer.
Yo me encadeno a multitud de pasos
vedados por señores cubiertos
de títulos,
que cantan extrañas canciones
y en nombre de todo lo prohibido,
inconsolables, hablan de la paz.
¡Matando,
ellos construyen vastos imperios
perfectos!
De pronto, ya no existes.
Nadie te ve, pero aquí estás:
la sonoridad de los bosques
con sus párpados y jambas de
hojas
canta sobre la nunciatura de la clorofila
con su aceitado engranaje verde,
y el hambre de los pobres continúa
con su acento,
alimentando de imágenes solemnes
el discurso de los grandes humanistas.
¡El poeta es una lámpara
o un ojo encendido!
Mueren los ríos con sus redondos
anaqueles
y la memoria de caudalosas naciones
prohibidas desde el origen y lentas
desaparecen consumidas por la codicia,
asfixiadas por los tendones de la
tecnología
de los extendidos circuitos fluviales.
¡En las palmas de una oscura
copa
se estancan los arrecifes de la vida!
Dentro de un cuarto sin luz
puede habitar una flor opaca
con toda su catedral de verticilos
nupciales.
Ahora, no te atormentes más,
pensando
en la libertad que allí te
quitan:
al mirar a otros ojos prohibidos,
serás una danza en la multitud.
¡Ellos son
así!
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Elías Letelier <elias@letelier.com> Reply-To: Elías
Letelier <elias@letelier.com> Organization: Elías
Letelier To: <salvaje@poesiasalvaje.com> Date: sábado,
26 octubre 2002 23:08 Subject: Fw: Una selección
de poemas He visitado su interesante
revista literaria y para la cual he preparado una
selección de
poemas, como una contribución de un poeta que
reconoce el buen gusto
de su medio literario.
Espero que la selección
sea de su interés y sea bien acogida.
Sin otro particular,
atentamente saluda a usted,
Elías Letelier
de Elias Letelier
a 12 de Noviembre
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