EL ÁRBOL DORADO Y EL ÁRBOL
NEGRO
Su trabajo consiste en reconstruir
casas de refugiados, traerlos de vuelta.
Cuando llegó,
de Copenhague, pensaba que al fin
podría hacer
algo valioso, devolver al menos algo
de su suerte danesa. De repente lo
pasaban
canciones por la cabeza, y se decía,
una vez y otra, "será difícil",
pero no
terminaba de creérselo. La
zona
que le correspondió, en un
valle al este
de Bosnia y Hercegovina, muy cerca
de la frontera con Serbia, estaba
tan rota
que una vez más se vio a sí
mismo
con cuerpo de monja y la cara de Lutero
administrando el bien con toda seriedad.
Gorazde,
el infierno. El primer problema
consistió en sacar de sus casas
a los nuevos inquilinos,
musulmanes que en ningún caso
se largaban por las buenas
hasta que sus propias casas fueran
levantadas otra vez. No
era posible. Se dio cuenta
de que la reconstrucción ya
la habían hecho en ese barrio
sacando materiales de los vertederos.
Envió
informes, pidió dinero, habló
con su oficina,
hasta que consiguió presupuesto
para edificar
toda una calle a las afueras. A esas
alturas
ya el pueblo entero se le acercaba
con papeles
y le pedía entrar en su lista
de Schindler
contándole sus males de la
guerra: tres muertos,
seis muertos, diez muertos por familia
por no hablar de la casita en las
montañas
y la fosa de la que no quieren devolver
al abuelo. Cómo
explicar que no es posible, que estas
casas
son para refugiados serbios. Así
que, de pronto,
la comunidad decidió cambiar
de táctica
y cobrar sus agravios en sueldos:
albañiles,
fontaneros, encofradores y escayolistas,
levantando los muros al antiguo enemigo,
presentando facturas millonarias,
y cómo si no,
por un trabajo hecho con demasiada
calma. Cuatro veces
pararon las obras, entre huelgas
incomprensibles y súbitas epidemias.
Pero el danés
seguía enviando informes. Cada
mañana
conducía dos horas desde Sarajevo
porque la vida en Gorazde se le había
hecho insoportable,
demasiados murmullos y comentarios
a sus espaldas
y esa agobiante distancia interpersonal.
Pero al final,
tras enriquecer a dos o tres subcontratistas,
vio terminadas las casas. Por fin,
se dijo, la parte agradable, llamar
a esos pobres exiliados, traerlos
de vuelta. Las familias
de la lista habían encontrado
trabajo
en la Republika Srpska, entre los
suyos,
y preguntaban si tal vez no sería
posible
cambiar las casas por dinero, que
para ellos
no era agradable pasar por el pueblo
ni siquiera para la venta del inmueble.
Pero no,
no era posible. Las casas sólo
están
para que los serbios de Gorazde vuelvan
a su barrio
y las habiten. Muy bien, muy bien,
dijeron. Nos las quedamos. Claro que
entonces
ningún musulmán estaba
dispuesto a pagar
a un serbio por una casa que él
mismo había
construido. Unos cuantos agentes
inmobiliarios cobraron una excelente
comisión por buscar compradores
y éstos fueron tratados como
esquiroles al entrar a sus casas,
insultados por pagar a los yugoslavos.
Todavía
no se ha encontrado a todos los refugiados,
pero cada vez que se entrega una llave
el proceso
es exactamente el mismo. En fin, sólo
quedan
dos casas, en los extremos, junto
al solar.
Cuando las coloque volveré
a Dinamarca. Han sido
tres años y medio y ni uno
solo
de esos refugiados ha vuelto a pisar
su pueblo.
Pero a ti se te respalda, le digo,
no ha sido
ninguna mancha en tu historial y volverás
a encargarte de un proyecto. ¿No
es así?
pregunto. Sí,
es así, me dice, pero no
se trata de eso. No es eso, dice.
Pero,
insisto, al menos has hecho un dinero.
Diría
que ni siquiera has podido gastarte
las dietas de todo este tiempo. ¿No
es así?
pregunto. Sí,
es así, me dice, pero no
se trata de eso. No es eso, dice.
Tal vez,
le digo, es más eso de lo que
tú te crees,
al fin y al cabo. Pero ya no sabemos
sobre qué exactamente estamos
hablando
y además él tiene pinta
de enfermo. Adiós,
nos decimos, y nos vamos a casa.
El árbol dorado y el árbol
negro, repite la vieja.
Uno es hermoso. El otro existe..
> > Organización:
EKIS
> Fecha: Wed, 25 Apr
2001 11:47:03 +0200
> Para: <salvaje@labutaca.com>
> Asunto: Hola y otras
cosas
>
> Buenas. Acabo de ingresar
en vuestra lista y se me ha ocurido mandaros un
> poema que copio y
pego a continuación. Ah, y me llamo José Daniel y
> vivo en Sarajevo,
por si faltaban datos personales..